Si la vida fuera un poema,
quizá, yo sería más bella.
Amanecería otra savia
a cada estrofa baldía.
Me dolerían aún menos
el pasar de mis días.
Sería eterna.
Parecería plena.
Colmaría mis páginas,
henchidas sin penas,
de afecto indoloro
y rencor nacarado.
Abrasarían tus ojos
mis líneas perfectas.
Y jamás se extinguirían
ni mi fe ni mi yo.
Si la vida fuera un poema
podría decirte
que cuentes conmigo
para aunar tu alegría
con mis alegorías.
Apostaría contigo
un par de peniques
para eximirte por siempre
de leer en mis versos
mi temor descubierto,
enredado hace tiempo
entre mis pensamientos.
Y un apretón de meñiques
firmaría ese trato.
Si la vida fuera un poema
no sembraría,
a diario,
mis campos barbechos.
Yo sería un espectro
moribundo y viviente
en habitaciones cerradas
de cuadernos estrechos.
Y sobraría decirte
que soy melancolía
anclada en la hacienda
de mis desdichas y guerras.
Pintaría contigo
un arsenal terrenal
donde poder detonar
mi cruel realidad.
Si la vida fuera un poema
aguardaría en mi barca,
paseando en cubierta,
hasta que algún insensato
arrojara a estribor
sin cuidado mis fallos.
Y no tendría carencias,
tan sólo cadencias.
Pues aunque yo tenga vida
no encuentro mi métrica.
Ya que resulta
que ni soy un poema
ni en mis letras leerás
nada más que dilemas.

María Eugenia Hernández Grande (MaruSpleen)